jueves, 25 de abril de 2013

Querido Nadie.


20/04/2013,
¿De verdad importa dónde esté?


Querido Nadie:

He decidido escribirte a ti estas cartas, ya que eres la única persona que me escucha y que me importa, para que queden patentes mis pensamientos más internos. Allá voy.



La vida es una mierda. Bueno, tal vez no la vida en general, pero sí la mía. Eso es de lo que me doy cuenta cada día que pasa. Nada nuevo, nada interesante, tan solo el hastío y el aburrimiento me acompañan desde que me despierto hasta que, desganado y vacío, me deslizo entre las sábanas y cierro los ojos, sin esperanzas ya de que el día siguiente arroje un poco de luz sobre mi gris existencia. Lo peor de todo es que hay gente feliz, que, lejos de conformarse con eso, necesitan restregar su fétido júbilo por mi cara. No los soporto, ni los soporto ni me soporto. Y por eso he tomado, por primera y última vez, una decisión transcendental: me voy a dar una semana de plazo para, a modo de Paloma Josse adulta y menos inteligente, encontrar tres razones para seguir adelante. En caso de que no encuentre motivos para seguir viviendo, dentro de siete días subiré a lo más alto del Micalet (a mi pobre imaginación no se le ocurre un lugar mejor) y saltaré al vacío. Sé lo que estarás pensando, “¿por qué saltar desde un edificio y no otro método?”. Pues bien, la verdad es que ni siquiera yo tengo muy clara la respuesta. Puede que haya tenido siempre una inclinación por el melodrama, o puede que quiera que, por una única vez, la gente me preste atención. También podría ser porque, aunque me cueste reconocerlo, hay una pequeña parte de mí que desea que alguien me detenga, supongo que la misma que quiere que busque razones para continuar “siendo” -en el mismo sentido que Shakespeare le dio al famoso “ser o no ser” de Hamlet.-

Fdo.

Un misántropo empedernido.



                                        23/04/2013

El valle de la desolación.

Querido Nadie:

Estos tres días he estado muy ocupado buscando causas. Al principio escudriñaba la realidad con minuciosidad y exigencia, ya que la anulación de mi muerte no es algo que se tenga que deber a motivos banales, pero por mucho que he examinado, no he podido encontrar nada. Mi determinación no ha hecho que el cielo sea más azul, ni que la gente y yo dejemos de odiarnos, ni que algo me saque una sonrisa. Aun así, he seguido buscando, y sigo, aunque mi listón haya ido bajando. Sospecho que me será imposible encontrar lo que busco. Menos mal que el suicidio me parece una alternativa más que válida.

Fdo.

Un misántropo que busca.

  


 25/04/2013
Entre la desesperación y la tranquilidad.

Querido Nadie:

Dos días más se me han ido de las manos, nunca había sido tan consciente del paso del tiempo. Jamás había comprendido realmente la preocupación que llevó a Virgilio a escribir por primera vez la expresión  tempus fugit”. Pero sí, el tiempo pasa, y a mí se me está acabando el plazo, aunque claro, tampoco debería importarme.

El caso es que al ser la primera vez que intento ver el lado bueno de algo, he decido no ser muy duro conmigo mismo y bajar el número de razones. Es decir, bajarlo a una. Una y solo una –no debe ser tan difícil encontrar solo una-.

Fdo.

Un misántropo que duda.



27/04/2013

Al borde del infinito.

Querido Nadie:

Me he resignado. No soy capaz de verle nada bueno a la vida, sigue siendo la misma mierda que era hace siete días, así que mañana, cuando el sol se esté poniendo (quiero que se vean los tonos anaranjados del cielo tras mi silueta cuando salte) me arrojaré desde el Micalet. Lo he intentado, he intentado afrontar la realidad, pero la idea de cerrar los ojos, lanzarme desde lo alto y aterrizar en una mullida y tranquila nada me parece demasiado atractiva.

Fdo.

Un misántropo que se despide.



28/04/2013

Después de todo, sigue sin importar dónde esté.

Querido Nadie:

Antes de nada, quiero darte las gracias por haber estado ahí, aunque tan solo existes en mi cabeza, así que supongo que no tenías otra opción. Ayer fui al Micalet, y, mientras subía sus 207 pulidos, resbaladizos y estrechos escalones, mi cerebro se esforzaba por encontrar una razón para no suicidarme, pero tal y como me temía, ninguna solución surgió de mi cansado y angustiado cerebro. También pensé en qué dirían los medios de comunicación sobre mi muerte. ¿Estarían desconcertados? Puede que sí, al fin y al cabo, los orígenes de la decisión que había tomado no eran tan obvios como los de otros suicidas. No tenía una Julieta de la que me separara mi familia, no era un Werther al que el amor hubiese torturado… simplemente, no quería vivir.

 Cuando llegué a lo más alto, me detuve un momento para calcular la posición del sol y su encuadre, pues quería que mi particular y macabra performance fuera perfecta. Podía saborear la placidez que me daría la muerte, la tranquilidad de evadirme por siempre de todo… Me ayudé con una mano para encaramarme al muro de piedra que me separaba del fin, escuché aumentar los murmullos y las exclamaciones ahogadas de la gente. Ya estaba ahí… Estaba listo para saltar. Me erguí cuan alto era y extendí los brazos. En este arranque de teatralidad, mi pie trastabilló y me tropecé. Noté cómo la adrenalina se extendía por mi cuerpo, cómo mi vello se erizaba, cómo mis pupilas triplicaban su tamaño y, a la vez, cómo una pequeña parte de mí, cuya vocecita me sugirió que buscara tres razones para no suicidarme, crecía y crecía hasta convertirse en un atronador rugido que me ordenaba aferrarme a la vida. Caí de espaldas sobre el duro suelo de la terraza del Micalet, desorientado y asustado y, al mismo tiempo, más vivo y satisfecho que nunca.

Irónicamente, al borde del precipicio desde el que pretendía saltar comprendí qué era la vida. Sí, tal vez mi vida fuera una mierda. Tal vez no tenía amigos, tal vez mi trabajo como funcionario era monótono hasta límites insospechados, tal vez mis padres me abandonaron y tal vez estaba tumbado de espaldas en medio de un círculo de extraños que me miraban inquisitivos… Pero, al fin y al cabo, era mi vida. Un regalo único e irrepetible que, hasta ese momento, yo había desperdiciado.

Fdo.

Un misántropo que se rehabilita.

1 comentario:

  1. me ha encantado, me podria pasar horas leyendo lo que escribes. El día que publiques tu primer libro acuerdate que me debes una dedicatoria, y seré para siempre tu mas fiel admiradora. Te quierooo

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